Cuando se quiere, se puede (volumen 2)

ayuntamiento1Hace un par de meses publiqué un post titulado ‘Cuando se quiere se puede’, contando un caso concreto para demostrar que cuando las administraciones locales quieren sí que son capaces de mejorar la calidad de vida de los vecinos en su día a día. Insisto en que me estoy refiriendo a la labor de las administraciones locales y, principalmente, a los ayuntamientos de pequeñas poblaciones.

Como durante el verano he tenido mi blog bastante abandonado, se me pasó contaros otros dos casos que demuestran mi teoría, y que me parece justo comentar, ya que no todo va a ser criticar.

Paso el verano con mi familia en una localidad situada a 20 minutos de La Coruña. Este año al instalarnos comprobamos que un punto de luz colocado por el ayuntamiento y que da un buen servicio a nuestra casa estaba fundido. Está situado en una zona por la que no pasa prácticamente nadie, porque lo que en el consistorio no podían conocer esta incidencia. Se lo comunicamos al servicio municipal de mantenimiento y, no recuerdo si fue ese mismo día o al día siguiente, repararon la avería. Vamos, que cuando se quiere se puede.

También el pasado año el mismo ayuntamiento realizó una importante obra en infraestructuras, como fue construir aceras desde diversas parroquias hasta la entrada en el pueblo, con lo que se podía ir caminando tranquilamente sin peligro. A principios de este verano varios tramos de dichas aceras estaban invadidos por la maleza, por lo que dejaron de cumplir su función. La noticia salió en la prensa y en pocos días el ayuntamiento desbrozó y las adecentó. Vamos, que cuando se quiere se puede.

En resumen, lo que tenemos que exigirle a las administraciones locales es que se preocupen de solucionar los pequeños problemas diarios – la iluminación, la recogida de las basuras, la seguridad en las carreteras secundarias, el desbroce y la limpieza de los caminos… -, ya que con su solución se consigue que los vecinos tengamos una vida más agradable.

Cuando se quiere, se puede

marquesinaEn el mes de febrero publiqué un post titulado Mala educación, feísmo y marquesinas-maceta en el que me quejaba, entre otras cosas, de la situación en la que se encontraba una marquesina en un parada de autobús en el entorno de la presa de Cecebre. El estado de abandono y de dejadez de dicha marquesina lo utilicé como argumento para denunciar el pasotismo de las administraciones públicas a la hora de resolver pequeños problemas que son, al fin y cabo, lo que consiguen que la vida de los vecinos sea más agradable.

Pues bien. Ahora tengo el gusto de contaros que estos días he vuelto a pasar por allí, y me he llevado una gran alegría al comprobar que la marquesina en cuestión ha sido cambiada y que han desbrozado y limpiado la maleza que cubría a la anterior.

No tengo ninguda duda sobre que el post que publiqué en Con dos cubitos no ha tenido absolutamente nada que ver en la decisión que motivió la resolución de ese atentado al buen gusto. Pero de la misma forma que lo denuncié, también quiero dejar constancia de que cuando se quiere, se puede.

Mala educación, feísmo, marquesinas-maceta y dejadez

marquesina macetero

Hace unos días publiqué en mi facebook una fotos que realicé durante un paseo por la presa de Cecebre. Dichas fotos tuvieron mucho éxito entre mis amigos, que lo manifestaron con sus ‘me gusta’ y varios comentarios.

Por desgracia, no es todo tan maravilloso como se veía en esas imágenes, ya que algunas zonas de ese recorrido están llenas de restos de basura, papeles, botellas y botes de refrescos. Pero claro, si hasta en la cima del Everest se recogen kilos de porquería, cómo no los va a haber a apenas quince minutos de La Coruña, en un entorno natural supuestamente protegido. El problema es de mala educación y falta de ‘sentidiño’ de quienes van tirando sus desperdicios, unido a la falta de concienciación de que cuidar el medio ambiente es una tarea de todos.

En Galicia ya bastante tenemos con lidiar con el ‘feísmo’, que es esa práctica tan extendida por todos nuestros municipios, en los que la unión del mal gusto, las cacicadas de los políticos de turno y el afán de los técnicos municipales de llenarse los bolsillos, han dado como resultado auténticas barbaridades urbanísticas sin respetar ni costas ni ríos ni embalses ni montes ni gaitas en vinagre.

El ‘feismo’ también va ligado a dos curiosas teorías muy arraigadas sobre todo en lo que se denomina ‘el rural’. La primera es la de ‘tú haz una casa y ya verás como nadie se atreve a tirártela’ y la segunda, más curiosa todavía, se resume en que ‘de una parra siempre salió una casa’. Vamos, que hemos llegado a ver como algo habitual que comprando un terreno en el que se construye un galpón para guardar herramientas, éste se vaya ampliando por arte de birlibirloque hasta acabar convertido en un chalet de dos plantas con porche, galería y balcones.

Ya como remate tenemos disparates como el de la imagen que ilustra este post. Se trata de la denominada ‘marquesina-macetero’, que no es más que una marquesina situada estratégicamente en un lugar por el que jamás pasa un autobús, que acaba cubriéndose de zarzas, tojos y maleza, y que únicamente es utilizada por los viandantes para aliviar sus vejigas o, en casos de máxima urgencia, facilitar el tránsito intestinal.

Y aquí es donde hay que denunciar la dejadez por parte de las administraciones. Y lo escribo en plural porque seguro que por un ‘tírame allá unas competencias a la cabeza’ ninguna administración se hace cargo de algo que tardaría cinco minutos en solucionarse, como sería enviar a dos operarios en una furgoneta para que desmontasen el adefesio en cuestión.

Desde Con dos cubitos propongo que, ante la falta de iniciativas por parte de las administraciones públicas, denunciemos y demos publicidad a través de las redes sociales a cuanto monumento al disparate nos vayamos encontrando. Yo ya he empezado, ¿quién más se apunta?

¿Y si el problema no es el pastor y somos los borregos?

rebaño

Esta mañana navegando por Twitter me llamó la atención la imagen que ilustra este post publicada en la cuenta @subversivos_ y que ha hecho que me plantee esta pregunta: ¿Y si el problema no es el pastor que guía al rebaño, sino que dejemos de ser borregos?

Después de casi cuarenta años de democracia es indudable que todos los partidos políticos que han tocado poder – pisando moqueta, acomodando sus posaderas en las poltronas y subiéndose al coche oficial – han acabado trincando del dinero público y todos – (SÍ, TODOS) – se han visto implicados en repugnantes casos de corrupción.

Por eso planteo esta pregunta, porque probablemente haya llegado el momento de que los cuidadanos nos demos cuenta del poder que tenemos si somos capaces de canalizar nuestra fuerza y conseguir que se revise de arriba a abajo esta democracia de pandereta en la que nos han metido – y nos hemos dejado meter – unos políticos mediocres al servicio de unos partidos llenos de telarañas, basados en unas estructuras caducas.

Así es que también tendremos que asumir nuestra parte de culpa por llevar tantos años poniéndonos de perfil ante todas las tropelías que se estaban cometiendo a nuestro alrededor, dejemos de lamernos la heridas y de criticar en las barras de los bares, y pasemos a la acción exigiendo de una forma clara y contundente REGENERACIÓN YA: reforma de la Constitución, amortización de instituciones ineficaces, cambios en el sistema electoral, democratización de los partidos políticos, medidas contundentes contra la corrupción, revisión de la financiación de partidos y sindicatos, control de ‘las puertas giratorias’, separación real de los tres poderes… y todo ello con TRANSPARENCIA.

Se está tramitando

A principios del siglo XIX, el escritor y periodista Mariano José de Larra publicó uno de sus más famosos artículos, en el cual, bajo el título de Vuelva usted mañana, se despachaba a gusto contra las prácticas de la Administración de la época. En dicho artículo, relataba la experiencia de un ciudadano francés que vino a España a hacer unas gestiones para invertir capital en negocios españoles; tras una interminable sucesión de errores, trabas administrativas y procedimientos farragosos, unido a la desidia de los funcionarios, lo que pensaba que iba a tardar 10 días en resolver se convirtieron en una pesadilla que duró más de seis meses; con el agravante de que, al final, tuvo que desistir y volverse a su país sin conseguir el objetivo pretendido.

Ha pasado mucho tiempo y la situación ha cambiado radicalmente. Hoy en día, la Administración Pública española está formada por funcionarios preparados, profesionales y expertos en las materias que desempeñan. También la implantación  de nuevos sistemas informáticos ha agilizado las gestiones administrativas, pudiendo realizarse muchas de ellas sin necesidad de personarse el interesado. En este campo, la Agencia Tributaria y la Seguridad Social han estado a la cabeza de los avances en las relaciones vía internet con los particulares.

De todas formas, hace años la Agencia Tributaria implantó un servicio de consulta telefónica para cuestiones relacionadas con la situación de las declaraciones sobre la renta, y sucedió lo siguiente: el interesado llamaba a un número gratuito en el que un contestador automático le solicitaba que, a través del teclado del teléfono, se identificase con su nif y marcase qué tipo de consulta deseaba realizar. La respuesta era siempre la misma: se está tramitando.

Ante esto, un periodista desconfiado llamó a dicho número con un nif inventado para preguntar sobre un inexistente trámite y, para su asombro, la contestación fue la misma: se está tramitando. El asunto acabó en las páginas de los periódicos y la Agencia Tributaria tuvo que pedir disculpas, amparándose, como no podía ser de otra forma, en el socorrido error informático.

En la década de los noventa fue muy comentada por los pasillos de San Caetano, sede del gobierno autónomo gallego, la anécdota protagonizada por un conselleiro (ferrolano y amante del baloncesto) cuando se dirigió a un miembro de su personal directivo, para interesarse por un expediente. La respuesta, aunque les cueste creerlo, fue el consabido “se está tramitando”. El conselleiro en cuestión, hombre vehemente, se puso hecho un basilisco y, tras soltar algún que otro exabrupto,  exigió que de inmediato le informasen sobre qué trámites habían concluido, cuales se estaban realizando en esos momentos, y cuales estaban pendientes y en qué plazo esperaban resolverlos.

Esperemos que, dentro de poco tiempo, estas dos muletillas administrativas no sean más que un lejano recuerdo que nos provoque una sonrisa, y que ello sea debido a que las Administraciones Públicas han seguido evolucionado, renovándose y adaptándose cada vez más a las necesidades de los ciudadanos.

Por cierto, no me pongan en el brete de que les diga cuando publicaré mi próximo artículo… ya se imaginan la respuesta: ¡se está tramitando!