Vinicius de Moraes en “La Fusa”

En estos días está triunfando una canción titulada Ai se eu te pego cantada por un tipo que responde al nombre de Michel Teló, y que nos la quieren vender como la nueva canción brasileña, cuando yo la integraría dentro del conocido estilo “música ratonera”.

Por eso me parece de justicia recordar al mejor cantante brasileño de todos los tiempos, como ha sido Vinicius de Moraes (Río de Janeiro, 1913-1980). En sus sesenta y siete años de existencia tuvo tiempo para demostrar sus cualidades como poeta, compositor, escritor, cantante y diplomático, así como para casarse siete veces y tener diez hijos, tras una vida marcada por los excesos y su gran afición por el whisky, el tabaco y las mujeres hermosas.

En el año 1958, de la mano del gran Tom Jobim y con alguna aportación de Joao Gilberto, crean un estilo llamado bossa-nova, que se convertirá en un fenómeno musical que relanzará e impulsará su carrera a nivel mundial. En los años 60 colaboró con su gran amigo Toquinho y con la mayoría de grandes músicos brasileños de la época, así como con cientos de cantantes de los más diversos estilos que han grabado alguna de sus más de 400 composiciones.

Entre ese número de canciones es muy difícil destacar una, pero sí que es obligatorio recordar la archiconocida Garota de Ipanema, ya que está considerada como una de las tres más versionadas de la historia de la música contemporánea. También participó como compositor en las bandas sonoras de películas de gran reconocimiento internacional como Orfeo Negro o Un hombre y una mujer.

Aunque su carrera ha estado ligada, principalmente, a la música popular brasileña, muchos intelectuales destacan su valía como poeta, llegando a considerarlo como uno de los mayores exponentes de la poesía en lengua portuguesa. Además todas sus letras desprenden un gran amor por la vida, como cuando canta la cosa más divina que hay en el mundo, es vivir cada segundo como nunca más…

Mención aparte merece el disco grabado en el año 1970 en “La Fusa”, un café-concierto ubicado en Buenos Aires,  acompañado por la cantante María Creuza y por el gran guitarrista y compositor Toquinho, y que resultó, sin duda, uno de los momentos más importantes de su carrera.

El disco, a sugerencia de Vinicius, se grabó en un estudio para evitar las distorsiones producidas por las grabaciones en vivo, y posteriormente le incorporaron el ambiente y el calor del público que asistía a sus conciertos en “La Fusa”. Fueron dos sesiones nocturnas, que empezaban con la medianoche y finalizaban a las ocho de la mañana, rodeado de botellas de whisky y de mujeres, y que dieron como resultado una obra maestra imprescindible para cualquier aficionado a la música.

Para finalizar, quiero resaltar unas palabras que Alfredo Radoszynski (productor musical que siempre ha afirmado que la grabación de este disco ha sido la satisfacción más grande que ha tenido en toda su carrera) le dedicó al gran Vinicius de Morais: No puedo hablarte en pasado. Me cuesta mucho y, además, me niego a aceptarlo. Tú estás entre todos nosotros siempre. Entre los que amamos la buena música y la gran poesía.

Mi última recomendación es que se pongan cómodos, pongan una luz tenue y, con buena compañía y un vaso de whisky condoscubitos, escuchen el disco sin interrupciones. Como aperitivo, queridos lectores, les dejo esta muestra.