Estupor, rabia, incredulidad, tristeza, dolor, miedo, indignación, repulsa, solidaridad, justicia, libertad, seguridad… muchas sensaciones revueltas se agolpan ante los salvajes atentados cometidos en la tarde-noche de ayer en París. En estos momentos están confirmados 127 fallecimientos y cerca de 200 heridos… escalofriante. Hablan de ‘atentados en París’, pero me temo que por desgracia se puede considerar que ha sido una declaración de guerra a Occidente por parte de los radicales islamistas. Matar en nombre de un dios – de cualquier dios – no tiene sentido y va contra la esencia de cualquier religión.
Las primeras reacciones populares han sido crear hashtag en redes sociales, cambiar los avatares de las cuentas y exhibir lacitos; ahora encenderemos velitas y escucharemos el ‘Imagine’ de John Lennon. Todo eso está muy bien como forma de sumarnos al dolor y de expresar nuestra rabia y solidaridad, pero por desgracia no sirve para nada más que para manifestar nuestra repulsa.
Nuestros gobernantes tienen que dar un paso – o dos o tres o cien – adelante y tomar decisiones, por dolorosas que sean, que garanticen la seguridad de los ciudadanos. Ahora entraremos en el debate entre seguridad y libertad, porque la adopción de medidas de seguridad siempre supone recortes en la libertad. No hay más que recordar como viajábamos en avión no hace muchos años y como lo hacemos ahora. Más vigilancia, más controles.
Ayer por la noche, mientras seguía las informaciones sobre la pesadilla que se estaba viviendo en París, recordé que en esa ciudad pasé cuatro de los días más felices de mi vida. Me sumo a su dolor, pero quiero seguir recordándola – y a toda Francia – como un lugar en el que las bases de su convivencia son LIBERTAD, IGUALDAD Y FRATERNIDAD. Deseo con todas mis fuerzas que siga siendo así.