Como con los libros soy un buen maniático no soporto un par de detalles, como ver algún hueco vacío en alguna de mis estanterías o, como no, que no me devuelvan alguno cuando rara vez lo presto. Por otra parte, pocas cosas me satisfacen más que revolver y “perder el tiempo” en una buena librería o que me regalen algún ejemplar del que no tenga ninguna referencia.
Hace unos tres años un cambio laboral provocó que me trasladase de localidad; como despedida invité a comer a tres compañeras y mejores amigas (Isa, Ana y Carmen), quienes tuvieron el detalle de regalarme un libro del que no había leído ninguna crítica ni nadie me había hablado sobre él; pero, desde que lo tuve en mis manos, sentí que estaba ante una joyita que me iba a hacer disfrutar con su lectura.
La obra en cuestión se titula Suite francesa, de la escritora rusa Irène Nemirovsky. Ya de entrada, impresiona tanto la biografía de la autora con la historia del descubrimiento del manuscrito. La escritora, nacida en Rusia a principios del
siglo XX, vivió en París, ciudad en la que se refugió con su familia tras la revolución rusa de 1917, y estudió en la Sorbona; tras conseguir licenciarse en Letras comenzó a escribir, convirtiéndose en uno de los referentes de la literatura francesa, hasta que el inicio de la Segunda Guerra Mundial provocó un vuelco en su vida, hasta el punto de ser detenida y enviada al campo de concentración de Auschwitz, donde falleció en el año 1942.
El relato se inicia en los días previos a la invasión de París por parte del ejército alemán, y está escrito mientras están sucediendo los hechos, en un pequeño cuaderno y con una letra minúscula para economizar tinta. La autora tenía previsto desarrollar la trama en cinco partes, de las cuales sólo pudo completar las dos primeras, por lo que estamos ante un libro inacabado, detalle que no le resta ningún valor dada la calidad literaria de la obra.
Antes de su detención, Irène Némirovsky consiguió poner a salvo a sus dos hijas con una tutora, entregándoles una maleta que contenía, entre otras cosas, el manuscrito de este libro. Durante los años siguientes, las niñas sufrieron un sinfín de penurias y calamidades, pero dicho manuscrito siempre les acompañó; pasados muchos años, una de las hijas mecanografió el contenido del cuaderno, y en ese momento se dio cuenta de que estaba ante una obra sobrecogedora, que retrataba de una forma desconsoladora la historia de unos años terribles.
La dureza de esa época se refleja perfectamente en una carta que Némirovsky envió a su agente literario sólo dos días antes de su detención, en la que le decía: “Querido amigo… piense en mí. He escrito mucho. Supongo que serán obras póstumas, pero me ayudan a pasar el tiempo”.
Tras su publicación, en el año 2004 le fue concedido el prestigioso premio Renaudot, otorgado por primera vez a un autor fallecido.
Así es que me atrevo a recomendarles que, como siempre, se sirvan una copa con dos cubitos, y disfruten de este libro, difícil de clasificar, y en el que se entremezclan momentos divertidos, trágicos, humanos, bellos, conmovedores…