Después de estar mareando la perdiz, Pablo Iglesias no acudió a la recepión oficial con motivo de la celebración de la fiesta nacional española porque, según dijo, «mi presencia es más útil en la defensa de los derechos y la justicia social que en esos actos». La gilipollez – con perdón – se comenta sola.
Pero sí que acudió a la fiesta – también asistió Monedero – que, con motivo de su 65 cumpleaños, organizó Roures, el millonario marxista presidente de Mediapro y el mandamás, entre otros medios de comunicación, de la Sexta, la televisión que sirvió como rampa de lanzamiento mediático para Iglesias y su camarilla.
En favor de Iglesias hay que reconocer que es un tipo agradecido y que quiso acompañar a quien tanto debe en un día tan señalado, porque sabe que sin el todopoderoso Roures y sus palmeros hoy no sería eurodiputado ni estaría viviendo a la sopa boba.
Además, ¡qué coño!, ante una fiesta en un palacete y con un catering preparado por cocineros que no saben qué hacer con tantas estrellas Michelín, «la defensa de los derechos y la justicia social» bien pueden esperar unas horas y mejor hacerla con el estómago lleno, habrá pensado el líder podemita.
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