He sido de los primeros en criticar a Mariano Rajoy, presidente del Gobierno, por muchas de las medidas que ha tomado durante estos últimos cuatro años y por el reiterado incumplimiento de su programa electoral, amparándose en el vergonzoso soniquete de ‘la herencia recibida’. Y seguiré haciéndolo.
Ahora bien, no contéis conmigo para atizarle por haberse dado un chapuzón en las augas del río Umia, a su paso por la localidad pontevedresa de Meis. Es más, cuando lo más fácil hubiese sido irse a disfrutar de las playas más glamourosas de la Costa del Sol o de la calitas de cualquiera de las Islas Baleares, el presidente Rajoy ha elegido un rincón de Galicia para demostrar sus cualidades acuáticas. Sería interesante saber cuánta gente de fuera de Galicia había oído hablar del Umia y cuántos visitantes curiosos recibirá a partir de ahora.
De los gallegos se dice que no se sabe si subimos o bajamos una escalera. De Rajoy puede decirse, a mayores, que no se sabe si salta los peldaños de dos en dos o si se desliza por al pasamanos. Pero esa cualidad, como gallego que soy, la considero un piropo.
Y un aviso para los ingeniosos que han aprovechado el baño presidencial para afirmar que «Rajoy se moja»: me temo que, parafraseando el conocido dicho «Fulanito no se moja ni debajo de la ducha», se puede afirmar que «Rajoy no se moja… ¡ni chapoteando en el río Umia!».