Me envía un amiguete tuitero la foto que ilustra este post, tomada en un parque infantil de una localidad valenciana, en la que se ve que en ese parque los niños tienen prohibido jugar al fútbol… Y no salgo de mi asombro. Me gustaría pensar que dicha prohibición se refiere a que no pueden jugar mangallones* dando balonazos al tuntún. Pero si estamos hablando de un parque infantil, no sé qué daño pueden hacer niños pequeños intentando dar sus primeras patadas a una pelota.
Esta foto la he visto el mismo día en el que la OMS comunicó que comer carnes procesadas – entre las que se encuentran los embutidos – ponen en riesgo nuestra salud. Y lo primero que me vino a la cabeza fueron recuerdos de mi infancia, con tardes en las que al salir del colegio jugaba con mis amigos partidos de fútbol interminables en una plaza cerca de nuestras casas, mientras merendábamos un bocata de chorizo o pan con chocolate.
No soy médico, por lo que no voy a ser tan osado de reírme del estudio de la OMS. Pero sí que me atrevo a decir que prefiero que nuestros hijos jueguen al fútbol en los parques y se zampen un bocadillo de salchichón, en vez de estar tirados en un sofá viendo la televisión o jugando a las maquinitas, atiborrándose de bollería inclasificable.
Como soy un apasionado del fútbol, confieso que disfruto tanto viendo un partido de la Champions como a un grupo de pequeñajos corriendo como pollos sin cabeza detrás de un balón. Por culpa de intereses empresariales espurios, este año ya me han puesto difícil lo de ver los partidos de la máxima competición europea por equipos; solo espero que ahora tampoco me priven de contemplar a los niños jugando en los parques.
(*) Término gallego que se traduce como grandullón.