Quienes se fotografían delante de un féretro saliendo su imagen reflejada en primer plano demuestran que tienen los tornillos de la cabeza mal enroscados. Si, además, los autores de esas fotos repulsivas son los padres del cadáver que está dentro de dicho féretro, esto solo tiene dos explicaciones: que los tornillos se les hayan caído definitivamente o que estemos ante una pareja de monstruos.
Pues este disparate es el que cometieron los padres de la pobre Asumpta, una niña asesinada, en un caso en el que los únicos sospechosos, encausados y acusados son, precisamente, ellos: sus padres.
Dejando al margen el hecho escalofriante del asesinato de Asumpta, ¿qué les pudo haber llevado a hacer esas fotos? ¿qué recuerdo querían grabar? ¿se puede interpretar que es la foto de un trofeo? ¿necesitaban la confirmación de que habían cumplido con su objetivo? Cualquier respuesta o explicación pone los pelos de punta. Por eso es de esperar que esta pareja de desalmados sea juzgada cuanto antes y, si son declarados culpables, se pasen años fotografiando las vistas que tengan a través de los barrotes de su celda.