Un inglés llamado Anthony Whitelands llega a bordo de un tren al Madrid convulso de la primavera de 1936. Deberá autenticar un cuadro desconocido, perteneciente a un amigo de José Antonio Primo de Rivera, cuyo valor económico puede resultar determinante para favorecer un cambio político crucial en la historia de España. Turbulentos amores con mujeres de distintas clases sociales distraen al crítico de arte sin darle tiempo a calibrar cómo se van multiplicando sus perseguidores: policías, diplomáticos, políticos y espías, en una atmósfera de conspiración y de algarada.
Ésta es la sinopsis que aparece en la contraportada de libro y que resume perfectamente la trama con la que se va a encontrar el lector. Con esta novela, que podríamos encuadrar entre policíaca y folletinesca, Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943) recupera el nivel literario de su primera época, demostrando que sigue siendo un narrador con mucho oficio, lo que le sirvió para ganar el Premio Planeta 2010. Y eso que el final es la parte más floja de la obra, ya que resulta un poco precipitado y no tiene el mismo ritmo que las páginas anteriores.
La acción se desarrolla en los meses previos al estallido de la Guerra Civil, recreando un momento histórico trascendental en la historia de España a través de un argumento que resulta muy entretenido, ya que Mendoza es capaz de relatar sucesos muy graves con su particular sentido del humor. No es, ni mucho menos, una novela histórica, aunque sí que ayuda a trasladar al lector a aquella época y a comprender y conocer aquellos turbulentos días previos a uno de los episodios más vergonzosos de nuestra historia.
El autor recrea con pluma maestra el ambiente del Madrid de aquel momento, ya que la acción se desarrolla a un ritmo vertiginoso en grandes mansiones, museos y teatros, lúgubres tabernas, pensiones cotrosas, comisarías siniestras y locales de dudosa reputación. Al lado del protagonista aparecen personajes de toda condición social, que después desaparecen para volver a aparecer en los momentos más inesperados; incluso en algún momento llega a alternar con Azaña, con José Antonio Primo de Rivera y con el general Franco. Y en medio de todo ese frenesí, también tiene tiempo para disfrutar de amoríos con mujeres de lo más variopintas.
Como el eje argumental gira alrededor de la posible venta de un supuesto cuadro de Velázquez, el autor nos aporta datos muy interesante sobre la vida del genial pintor sevillano. También, y dentro del ambiente pictórico y artístico que rodea a la trama, destaca la descripción que realiza sobre el cuadro “La muerte de Acteón” de Tiziano.
Confieso que llevaba varios años sin leer los libros ganadores de los Premios Planeta, pero no pude resistirme a comprobar si el bueno de Eduardo Mendoza era capaz de hacerme pasar grandes momentos, con su libro en una mano y una copa condoscubitos en la otra, tal y como ya había conseguido con alguna de sus primeras creaciones como La verdad sobre el caso Savolta, El misterio de la cripta embrujada y, por encima de todas, La ciudad de los prodigios. Tengo que decir que la novela me enganchó desde el primer capítulo y, por ello, recomiendo su lectura a todos mis seguidores.
Tengo que confesar que no he leído nada de Eduardo Mendoza, pero por la sinopsis que nos cuentas, me recuerda en ciertos aspectos a la novela «Entre costuras» de María Dueñas, que por cierto, empecé con algunos recelos y al final me encantó.
Prometo seguir tu sabio consejo y leerla, a pesar de algunos comentarios que hablan de un ritmo irregular, densa en sus explicaciones, en fin, que no engancha.
Seré sincero en mi opinión al terminarla.
Siempre se agradece la recomendación de un libro que a uno le ha gustado.