Desde hace años el tema de conversación en el interior de un ascensor ha sido, por antonomasia, el tiempo. Cuando uno se sube a un ascensor suele encontrarse con el mismo tipo de personas: la señora del 4º entrada en carnes, que desprende ese olor tan característico mezcla de colonia de baratillo con un ligero tufillo a lavavajillas; el vejete del 2ºB, a quien en su última visita al dentista le colocaron, en vez de una dentadura, unas castañuelas; la vecina coqueta del 7º, que sabe que todavía está de buen ver, y siempre va acompañada por su hijo, un chaval muy simpático, empeñado en hacer gracia dándote golpecitos en tus partes blandas…
Fuese cual fuese nuestro compañero de viaje, el comentario hasta no hace mucho, era invariablemente “parece que va a llover…”. En este caso, lo más inteligente era contestar con un lacónico “parece”, siempre en voz baja y con la mirada perdida en el suelo.
Otra observación muy socorrida era la que solía hacer el vecino listillo del ático, quien, mientras se frotaba las manos, repetía invariablemente un día sí y otro también “¡qué mañana tan fresca!”, a lo que uno, si ese día se había levantado simpático, podría responder perfectamente “¡coño, como que es de hoy!”.
Pero hoy en día la gente está mucho más preparada, y los temas de conversación en un ascensor han alcanzado un nivel intelectual que no está al alcance de cualquiera. Así, a uno le pueden espetar a primera hora de la mañana un angustioso “parece que Moody’s ha bajado el rating de Grecia”, un inquietante “parece que la bacteria E.coli causa estragos en Alemania”, un acongojante “parece que el reactor nuclear de Fukusima va a devastar Japón” o un indescifrable “parece que el hashtang #wikileaks es trending topic en twitter”.
Ante cuestiones de tanta enjundia, mi consejo es contestar siempre lo mismo y con la misma actitud que cuando el único tema a tratar era el estado del tiempo: “parece”; cualquier otra respuesta puede dar lugar a un innecesario debate del que tendremos muy pocas posibilidades de salir indemnes. Es más, es los últimos tiempos, y en los pocos edificios de relumbrón que todavía mantienen la figura del ascensorista, están pensando en cambiar a éste por un moderador, que sea quien marque los temas a tratar, asigne los turnos de las intervenciones y exija certificación académica a todos los usuarios.
En mi caso, y gracias a mi cardiólogo, estoy exento de aguantar a este tipo de pelmazos; desde hace unos meses, y por prescripción facultativa, subo y bajo por las escaleras, comportamiento muy saludable, tanto física como mentalmente, que me atrevo a recomendarles, ya que además les liberará de comprobar su escaso conocimiento sobre los asuntos de actualidad.
Les invito a que, a través de sus comentarios, nos pongan en alerta sobre qué otros temas se tratan hoy en día en esas reducidas cámaras de las ideas, llamadas vulgarmente ascensores.
Amigo Alejandro, espera que te voy a decir una cosa, estas conversaciones no tiene desperdicio pero las que no tienen escapatoria son las tertulias de los saunistas.
Habrá que decir, en justificación a la falta de ingenio o de interés de la conversación de ascensor, que realmente se utiliza-la utilizamos como defensa a esa invasión de la intimidad que supone estar a tres incómodos milímetros del careto de cualquier vecino que te cae de pena, o en el mejor de los casos, de un perfecto desconocido o del fontanero con trastos que va al 3º A, y de los que además no puedes ni separarte discretamente porque es físicamente imposible y ya tienes la espalda pegada a la pared. No obstante, creo que toda esa incomodidad se diluye cuando subes a casa en plan camarote de los hermanos Marx parando en cuatro pisos y haciendo filigranas para dejar pasar al primero que se baja, que siempre está al fondo, coño. Y la repera debe ser compartir espacio vital y fluidos con el/la vecin@ estupend@ (si l@ hubiera o hubiese), y dejarse de charlas. A mi no me ha pasado nunca, pero dicen que pasa, no sé.
Al hilo de la cuestion os recomiendo un libro que lo encontrareis en ediciones pulga de Enrique Jardiel Poncela que se titula «Conversaciones en el ascensor», encajarìa perfectamente en el temita propuesto para esta semana
Gracias por la recomendacion,Javier, la apunto. Siempre he sido un admirador de Jardiel Poncela. Tenía guardados como un tesoro dos libros suyos, «Máximas mínimas» y «El libro de convaleciente», y hace años los perdí y no he sido capaz de encontrarlos en ninguna librería.
Mira que te voy decir.. Yo no uso ascensor salvo cuando voy a visitar a mi madre. Mi vecindario materno está entrdo eños y sólo me preguntan por temas de salud: «qué tal sigue tu madre» » tu qué tal andas». «Nos vanmos haciendo viejos..»
En fin que en la próxima ocasión que suba a ver a mi señora madre llevaré la analítica por si acaso.
Por cierto, parece que para hoy dan bueno ¿no?
Un buen día, estando yo un poco fastidiado del estómago, bajaba en el ascensor y me adorné con una fétida ventosidad. Aterrado contemplé como, al llegar al piso tercero, el ascensor se detenía para recoger a otro vecino.
-¡Buenos días¡, susurré cabizbajo.
La cara de asco, que dibujó el encorbatado vecino, provocó en mí una nerviosa risilla. Cuando llegamos a la planta baja sólo acerté a decir:
– Tiene que perdonar …..
Jajajaja… esto si que ha estado bien. Pero yo en tu lugar no pediría perdón, me limitaría a hablar del tiempo que hace, como dice Alejandro muy recurrente. Algo así como:
– Buenos días! Hoy parece que va hacer mucho viento.
Sin duda el ascensor se ha convertido en una aventura.
Hace unos meses teniamos un vecino que estaba muy hecho polvo, un chico de mediana edad, muy amable siempre te esperaba con la puerta abierta, yo temía ese encuentro, su respiración era ahhhhhhhhhh uhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhh, uhhhhhhhhhhh, pesaba éste cualquier dia palma. y palmó, y ¿en donde?, pues en el ascensor y justo cuando yo llegaba, menudo lio montado allí, sábana, depués la policia, etc, etc. Y yo aunque lo sentí, pensé menos mal que no me tocó….dentro.
Yo no miro al suelo, casi siempre miro a los números de los pisos, primero, segundo, tercero….
Los peores compañeros de ascenso o descenso son los que apestan, no a tufillo, sino a tufazo y sales del ascensor dando un empujón a la puerta medio afixiada de aguantar la respiración y los otros que te miran descaradamente, en tan reducido espacio, todo lo que pueden (puaj), y tambien sales del ascensor dando un empujón, pero esta vez cabreada.
Cuando llego al portal y no hay nadie y veo el ascensor en el bajo, corro, si si, corro, y le doy al tercero con buenas sensaciones.
En caso contrario y dependiendo de la peña, y sin bolsas ni hijos, tambien acudo a las recomendaciones de mi cardiólogo.Subo andando y pienso en lo bien que me van a quedar las piernas con tanto escalón.
Eso, si tambien hay personas con las que subes tan tranquila, que van a su rollo y nada más que hola y adiós. Así da gusto, pero de todas formas sigo mirando los números.
No se si harán lo mismo cuando me ven llegar a mi….cáspita, la del tercero,esto da mucho que pensar, pero creo que todavía no he visto huir a nadie.
Pues sí, yo también tengo una vecina estupenda en el 3º, concretamente en el 3º derecha ( yo vivo en el 4º derecha), con lo que alguna noche de insomnio me he mordido las uñas escuchando como la buena de Clara ( que así se llama ella ) apagaba todos sus fuegos interiores con algún afortunado visitante.
En fin, vamos a centrarnos, el mes pasado volvía a casa un poco tarde y al entrar en el ascensor me encontré con Clara que subía del garage, después de un amable buenas noches, adopté la famosa posiciión » mirada perdida en el suelo» seguramente pensando en esa bandeja de padel que temo jubilarme sin que me salga; cuando de pronto se abre la puerta y automáticamente llave en mano salgo e intento abrir la puerta, ante la negativa, miro de reojo y veo el símbolo de 3º y oigo detrás de mí la voz de Clara que me dice » si me vas a forzar la cerradura, otro día me pides una copia». Después de pedirle perdón por mi despiste, me metí en el acensor mar rojo que una amapola.
Desde entonces y sin prescripción facultativa, llevo sin subir en ascensor.
Si que es realmente una situación incómoda y agobiante, pero sobre todo esos ascensores de 4 personas de 1 m2, yo siempre pienso, no me podia tocar con Shakira!, vamos por poner un ejemplo, pues no!, siempre te toca con alguien al que no te arrimarias, en un espacio normal, ni harto de vino. De todas formas además del «parece», yo añadiría el «maloserá» tan de la tierra, y que siempre queda genial en la coletilla de toda frase hecha de ascensor, que mejor contestación a un «parece que va a llover» un «maloserá», … quedas estupendamente. Estupendo artículo Alejandro.
Alejandro, después de leer esta interesante reflexión, me viene a la cabeza una historia que ocurrió en el ascensor de Bassat, Ogilvy & Mather (una empresa en la que trabajé). Corría la leyenda urbana de que una vez un tío se montó en el ascensor, el típico de edificio de oficinas, y dentro habría unas 15 persona un lunes a primera hora. El tío, una vez dentro, muy educadamente dijo: «Buenos días». Nadie respondió nada. Pero él no se vino abajo y dijo: «Bueno, aprovechando que estoy solo….» Y se tiró un pedo.
Nunca investigaré si esta historia es cierta o no. Siempre opino que es más divertida si te la crees.
Bueno, Alejandro… a por el siguiente.
El problema es cuando compartes ascensor con una chica espectacular y te pasas los segundos del trayecto pensado.. ¿digo alguna estupidez? Casi siempre uno opta por estar calladito jejej
Buena reflexión en cualquier caso. La comunicación es algo que me interesa bastante, en mi blog hablo de ello.
A mi me ocurre que la vecina del 6º está separada y logicamente disfruta de sus desahogos sentimenteales con frecuencia. Cuando coincidimosnmem mira, la miro, pienso……que buenas estás, miro su escote, me imagino……….., y cuando viene la siguiente parte mas feliz, zas, llega el ascensor al 6º, la miro deseando que me conteste a mis deseos íntimos, y otra vez, zas, se vá, me dice hasta luego, y hasta la próxima repetición. Este hecho muy real, ¿os suena?
Me suenan las situaciones reflejanas en los dos últimos comentarios… qué malos ratos he pasado!!! por eso le agradezco a mi cardiólogo que me obligue a subir por las escaleras…
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Uno muy recurrente cuando subo en ascensor acompañado de mis hijas: «pero qué alta está la mayor!» «la pequeña es clavadita a ti!» «y a qué colegio vais, guapas!». La cara de las niñas es un poema. Y yo las entiendo!
Jajajaja, muy bueno Arturo… ¡pobres niñas!